Memorias

Con el tiempo el recuerdo es menos y la sensación es más.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Levantándome de la cátedra


Antes, cuando quería esconder una cosa de mis hijos, la alzaba lo más alto que podía, para que desde abajo no se viera.
Hoy me toca ponerlo lo más abajo que pueda, para que desde arriba no se encuentre. 
Antes, cuando venían a pedirme algo y, por ende, tenía toda su atención, al tiempo que escuchaba lo que me decían, miraba también la forma en que lo hacían, corregía, daba ejemplos y los proyectaba ante una situación similar en el futuro, cuando sean grandes.
Hoy, que ya son mayores, he de hacer el esfuerzo para no “sentar cátedra” cuando hablan conmigo. 


Ya no vienen a pedirme algo, sólo vienen a contar algo, y debo meter el freno y detener la maquinaria de madre formadora y convertirme en... ¿qué? ¿su Dropbox?


Quieren que los escuche, que los vea como dan vueltas a una idea que los inquieta, que mi mente vaya tomando nota de cada elemento que juega en esa telaraña de dudas y que luego no “siente cátedra”. 
Yo he llegado a entender que ellos usan ese término como un eufemismo. “No sientes cátedra” es lo mismo que decirme “no abras la boca”. 
Y yo ¿he de escuchar, morder los dientes, dibujar una sonrisa y aderezar todo esto con alguna onomatopeya? ¿Algún “ummju” me está permitido? Pues parece que sí. 


El tema puede ser muy variado pero mis respuestas están limitadas a un monosílabo afirmativo como mucho. O la amenaza de mi cátedra hará que “no me quieran contar nada”. 


Y así llevamos un tiempo, cuando estoy haciendo algo en la cocina o sentada en el ordenador y los veo aparecer como quien danza por el salón ya se lo que me viene. Me viene su vida a capítulos, esa donde yo ya no meto mano, donde sólo puedo desear que todo lo que pude hacer, decir, ordenar y -sobre todo- convencer en aquellos años en los que alzaba las cosas, funcione ahora que me sacan dos cabezas y que ven más allá de donde yo llego.


Puede que sea una fase. Puede que cuando cumplan los treinta me vuelvan a dejar hablar. Yo estaré aquí aguantando el aire.



martes, 27 de diciembre de 2011

Comprando literalmente ilusión


Compro lotería cada semana, y cada festivo, y esos días en que coincide el año y el mes. También compro cuando el vendedor de un puesto, de esos instalados en la calle, me mira, hace algún ruido, o simplemente me parece de rostro dulce. No busco un número determinado porque creo firmemente que la que lo gana soy yo y no un número, siendo así, da igual si es el cinco o el doble cero. Pero siempre pregunto ¿Cuánto se gana con un billete? Y ese instante empiezo a decidir el mejor modo de gastarlo. Por eso no compro el euromillón, es demasiado trabajo. Disfruto más con cantidades menores a veinte millones.
Cuando lo tengo en mis manos, busco algún bolsillo secreto en el bolso, esos pequeñines que hay por todos lados pero en los que no entra nada, y ahí, como un huevito al calor de unas alas, se queda a esperar la fecha señalada.
Por supuesto que compré la lotería de Navidad, la compré el 21 de diciembre justo cuando el hombre ya cerraba y eso me pareció una señal. Me parece que acababa en 32, ahora que lo pienso el hombre me lo dio sin más, ni me preguntó qué número quería, pero eso no me pareció una mala señal, no creo en las malas señales.
He llegado a la conclusión de que compro esos cinco minutos en los que distribuyo mentalmente el premio, y quedo tan satisfecha que mi mente descarta como tarea el revisar si acaso lo he ganado. Cuando me acuerdo de que no revisé el número premiado y que ya no se dónde está el billete, suelo pensar que he sido millonaria unas cuantas veces y tan filántropa que lo he donado todo a la propia institución. Esos premios no cobrados...son los míos.

Propósitos para 2012 (primer intento).



A mis cuarenta y cuatro años debo confesar que tengo pocas ideas para propósitos con vistas al nuevo año. Y me encanta esto de listar, ya sea propósitos, artículos a empacar para un viaje, tareas a realizar un fin de semana, sitios que visitar en una ciudad nueva. 

Tenerlo en la lista es tenerlo todo un paso más cerca. Incluso numerar en orden de importancia. Como las listas para Navidad que hacía de niña. El número uno era el regalo más deseado, el resto era por si caía.

Es gracioso esto de hacer una lista de regalos para Navidad y luego otra de propósitos para el nuevo año. Nunca se me ocurrió guardar al principio de cada año la lista de propósitos que hacía hacer a mis hijos, para dárselas luego, cerca de Navidad, y que la adjunten a la lista de regalos. Aunque eran tan ambiguos para estos menesteres que creo que sospechaban de cualquier cosa que les hiciese poner por escrito. 

Ahora mismo intento pensar en cuál fue mi lista de propósitos para este año y no lo recuerdo. Puedo hacer como mis hijos y ambiguamente estructurar cuatro ideas que las podría incluir en mi lista de este o cualquier año anterior, pero recordarlo, no.

Este año he pensado escribirlas aquí en mi blog. No una lista de deseos, que eso sí que lo he hecho, lo escribo en una carta que me remito cada mes de enero y la guardo en la caja de la corona de la puerta para leerla en diciembre. Una lista de propósitos que quedará escrita en mi blog para que, en diciembre o en cualquier mes de este año, me recuerde si he hecho el trabajo necesario para conseguirlos.

Y aquí me encuentro, con el número uno en blanco. Será la inocentada del 2011, justo hoy 28 de diciembre me he quedado sin ideas para el 2012.

Pienso en un propósito y sólo se me ocurren propósitos de enmienda. Según el catecismo básico, el propósito de enmienda es una firme resolución de no volver a pecar y de evitar todo lo que pueda ser ocasión de cometer pecados. De eso si que tengo ideas, puedo hacer una lista de veinte propósitos de enmienda en el tiempo que tome el teclearlos. Pero eso sería tarea pendiente, trabajo atrasado. 


"Salí a comer fuera"

No suelo poner links de otras páginas en mi blog porque, en principio, es una especie de diario. Plasmo lo que voy sintiendo, cómo voy pensando, y espero seguir escribiendo en él hasta que  me quede sin novedades. Puede que con noventa años, si llego, me de igual que quede algo de mí o no. O, tal vez, ya ni vea lo suficiente como para desperdiciar lecturas en el pasado. Qué se yo.


Hoy he llorado leyendo una noticia, y me ha conmovido tanto que creo que debo ponerla aquí.
La he leído mientras escuchaba el concierto "Navidad en Palacio" http://www.rtve.es/alacarta/videos/especiales-navidad/navidad-palacio/1281314/


Es una noticia que cuenta un poco la historia de las familias españolas de 2011. Una historia que sin ser novedad en el mundo, si lo es para esta generación.
http://www.lavozdegalicia.es/vigo/2011/12/18/0003_201112V18C8991.htm


Les sugiero abrir ambos links, escuchar el coro y leer la noticia. Creo que lloraréis conmigo.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Querido Santa:



Santa Claus
Polo Norte



Querido Santa:

Esta es mi lista de regalos para la Navidad de 2011, desde ya te certifico que me he portado bien.
He vivido dos accidentes de tráfico de mis hijos, una rotura de pierna de mi marido, una operación de mi perra y otra de mi hurona, mi canaria tuvo cría y uno lo logró.  
Yo he cuidado de todos ellos, les he dado ánimos, comida y medicinas.
He cuidado de mi familia y de mis amigas.
Sé que con el resto del planeta no he sido una persona entregada, no he ido a África a atender a los refugiados, ni he instalado paneles solares en mi casa. El kilometro cuadrado que me circunda no me deja tiempo para más.
Intenté donar sangre y resulta que mi presión arterial es muy baja.
Soy egoísta, vale. Sólo me importan los míos, en parte debo estar de acuerdo.  Pero si cada cual cuida a los que considera suyos y no hace daño al resto ¿no estaríamos todos bien cuidados?
En fin, que la idea de hacer una lista de mis regalos ya me parece un acto egoísta, de modo que no creo que tenga que justificarme tanto.

A lo que vamos:

Quiero que todo siga su curso para bien. 
Que los que enfermaron vayan recuperándose y asimilando lo que vivieron para cuidarse más.
Que los muertos del 2011 se vuelvan ángeles y ahora velen por nosotros.
Que los que están en paro encuentren trabajo y lo aprovechen, y que los que van tirando en sus negocios sigan aguantando, y que eso se sienta un triunfo y vuelva el buen ánimo.
Que los que estén estudiando sientan que sólo es un semestre y que queda otro para remontar.
Que los que están empezando a amar se entreguen del todo, que hasta el 2013 no sabremos si los mayas tenían razón. 
Que los míos sigan siendo míos. 
Que los vuestros sigan siendo vuestros.
Que el honor se pegue a los huesos de los que nos gobiernan. 
Que no nos de vergüenza tener fe. 
Que la caridad se convierta en un virus aéreo y así cada palabra se infecte.

Santa, realmente no se si eres el indicado para darme estos regalos, y sin ánimo de ofender, pero para ser totalmente sincera te digo que entregaré esta lista a todo el que pueda enviarme alguno de estos regalos.

Sinceramente tuya,
Amalia

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Inevitable Navidad


Las fiestas señaladas, esas que se repiten año tras año, nos hacen pensar en lo que hemos hecho. Esa marca en el calendario nos evalúa. Podemos hacer trampa y esquivarlas casi a todas. Nuestro cumpleaños; basta con apagar el móvil o no contárselo a nadie. Irnos de viaje en carnaval, aprovechar el feriado de todos los santos y de la semana blanca o santa, pero no podemos evitar la Navidad. Por lo menos no en el mundo occidental, es como si un musulmán quisiese esquivar su Ramadán. 
Vemos escrito allá donde miremos “Feliz Navidad” y puede dar a entender que hay una obligación implícita de estar feliz ¿La hay? Como comunidad ¿tenemos esa obligación? Estar felices, si no todo el año ¿cuando menos al final? ¿cuando menos una vez? 
Como especie ¿necesitamos ser felices aunque sea de un modo impuesto, aunque sea fingido? ¿Necesitamos entregarnos al sentimiento de lágrima floja?
La inevitable Navidad se convierte en un ejercicio de contextualización personal. Y puede que por eso no guste a todos. Es un examen, si, pero también un borrón y cuenta nueva. ¿Qué? ¿no hemos logrado lo que quisimos? pues hay más, hay otro enero, otra primavera, otro tiempo nuevo y conocido. Una vuelta al camino sabiendo un poco más por dónde van los baches.
Debo confesar que a mi me encanta, creo que me fijo más en la cuenta nueva que en el examen. Que lo de la lágrima floja me va y si al contexto le ponemos banda sonora y luces, si hay un tamborilero, un burro, un establo, si bajan los ángeles a indicarnos el camino hacia esa vuelta a empezar, me apunto.
Siempre me ha gustado más el árbol que el nacimiento, puede que sea porque soy de costa, una costa donde no se dan pinos espontáneamente, algún eucalipto perdido, pero pinos muy pocos. 
Bajar por la noche, quedarme junto al árbol con sus luces, todo en silencio, la estrella, y escuchar en mi mente mi selección de villancicos. Y es que sólo la imaginación de una niña puede sentir una blanca Navidad a 30 grados centígrados. 
Ahora que mi año tiene cuatro estaciones y que me entero que no es pino sino abeto el árbol de Navidad, me ha ilusionado más el saber que, cuando llega el invierno con sus inclemencias, cuando los otros árboles pierden las esperanzas con cada hoja que va al suelo, el abeto resiste e incluso se pone más verde, como diciendo “No pasa nada, esto va a salir bien, solo hay que tirar hasta la primavera”.
Será por eso que la Navidad me encanta, que los villancicos me estrujan el pecho, que digo “Feliz Navidad” cuando me dan las vueltas, al tomarme un café, o al salir del supermercado. Por si contagio mi inmadura alegría, esa que se cree lo de Santa, Frosty y Rudolph. La que me hace llenar mi árbol de hadas celtas y ángeles renacentistas, huevos ortodoxos y estrellas de Belén. 
Si repito esta fantasía hasta que suene natural, si obligo a ese camarero a responderme “gracias y Feliz Navidad a ti también”, puede que, por un instante, se sonría y recuerde aquellos años en que a él también le resultaba fácil ilusionarse. Y yo afiance en mi inconsciente que este sentimiento es real.
Aflojar el cuerpo, entregarte a la idea feliz de que todo va a salir bien. Dejar el desengaño para el resto del año y vivir la magia que traen los reyes, santa, la estrella, tu hijo, tu vecino, tu perro, o esa chica que sin saber nada de ti quiso, sinceramente, que pases una Feliz Navidad.
¡¡¡ Feliz Navidad a todos vosotros !!!


sábado, 26 de noviembre de 2011

Horizonte Vertical

Escorpión. Semana del 27 de noviembre al 3 de diciembre de 2011: “Cualquiera que fuere el estado en que se encuentre tu relación, parece vislumbrar un resplandor romántico y sensual en la atmósfera. Sin duda, debieras ser quien tome el toro por los cuernos y concrete la cita.”

¡ Imposible ! ¿Concretar la cita si apenas me mira cuando me habla? El otro día tropezó con mi trasero al pasar detrás de mi, me sacudió toda y él no dejó de leer la sentencia. Luego se enfadó con el procurador y gritó media hora, casi ronco me pidió una taza de café, y de mi trasero... bien gracias. 

Cualquiera que fuere el estado de mi relación ...” El estado es ...¿en suspenso? ¿no definida? Llevo nueve meses aquí, sólo estamos él y yo, y  no hemos conversado nunca de nada. Bueno, miento, si que hablamos. En la entrevista me preguntó si tenía libertad de horario, que lo mismo terminamos a las once de la noche o que nos íbamos a Barcelona un lunes sin avisar. Que no quería inconvenientes con eso. Y la verdad, salvo la mala madre que tengo en la maceta de la cocina, nadie me iba a extrañar y por lo que me paga yo no volvía a mi casa en un año.

Mi escritorio está diagonal al suyo. Me mira a cada instante pero no fija la mirada en mí, es como si yo fuese su horizonte. Un horizonte vertical.
Me pide que le siga a donde él vaya, comemos juntos si estamos solos y si comemos con clientes él me presenta como su secretaria y listo, no me vuelve a dirigir la palabra. Yo se ser muy discreta y he llegado a mimetizarme con el mantel, siempre sentada en su diagonal. 

En los vuelos o en el tren es igual, se sienta y se pone al teléfono, voy pasándole una a una las llamadas y en cuanto termina dice: Me despiertas al llegar. Una vez fuimos NY y no dejó de dormir ni un segundo del viaje. 

En los hoteles pide habitaciones contiguas y trabajamos en la de él, luego pide la cena, comemos y se mete a la ducha. Eso da por terminada la jornada.

¿Será una invitación a acompañarle? Yo suelo esperar unos minutos, él lo sabe porque no escucha la puerta cerrarse. Me quedo por si necesita algo, cuando pasa un tiempo prudencial me despido pero no me responde, ese silencio suyo es mi respuesta, son nuestras claves.

Por la mañana vamos al gimnasio. Yo me he comprado licras y tops a juego, incluso con escote. Entramos y yo espero a que se instale, él siempre busca una corredora que tenga algo en diagonal, de modo que nos ponemos en nuestros sitios. Mientras corre me mira, todo el tiempo, y corre ocho kilómetros cada mañana. ¿Será ese el resplandor romántico?

Ayer vino un cliente, lo recibió en la sala de juntas, estuvieron hablando tres horas y ni una taza de café. Al salir el hombre, dio un largo suspiro ni bien cerró la puerta. Me miró y se interrogó íntimamente, eso lo se yo, su cara era un signo interrogativo perfecto.

Entré a la sala y lo encontré revisando documentos con la cara morada, pensé que estallaría pero sólo contenía la respiración, como jugando a quién aguanta más.

Le pregunté si quería una coca cola y no me contestó, eso significa que sí. Fui a por ella y cuando le acercaba el vaso lleno por la izquierda, él giró la silla y me lo derramó encima. 

Estaba helada, un cubito de hielo quedó atrapado en mi escote pero no podía moverme, sus ojos se quedaron viendo el cubo de hielo mientras este se derretía. Daba la impresión de que era su calor el que lo fundía. Nos quedamos así hasta que desapareció. 
¡Ese ha de ser el resplandor sensual! 


Pero ¿cómo tomo el toro por los cuernos? ¿qué le digo? ¿cenamos? Siempre cenamos. ¿Vamos al cine? Tiene tiempo para dormir 7 horas, no puedo quitarle dos horas para ir al cine y yo tampoco. 

Los sábados aprovechamos para hacer investigación, vernos con todos los personajes a los que no puede citar en el despacho. Y los domingos medita. 

Tengo prohibido interrumpir su meditación del domingo. Incluso cuando estamos de viaje. Se encierra en su habitación, no come, no habla, no sale, y yo que soy andariega me voy a conocer las ciudades. ¿Será así lo de tomar el toro por los cuernos? ¿Debo hacerle salir en domingo?

“Es muy posible que esta reunión pruebe algo para ambos; una especie de sentido de pertenencia en todas las formas posibles. Esta semana, la inspiración aparecerá de golpe.

Esta semana”, es decir, ahora, y la inspiración es esta misma idea. ¡La reunión es esa salida en domingo!

Si tenemos esa especie de sentido es aquí donde se probaría. 

Él me gusta mucho y no sé el por qué. 

Me excita cada grito que le pega al procurador, y ese modo de colgar el teléfono, y cómo se queda enfurruñado. Cuando me pide el café suelo desabrochar mi camisa a medias, como si acabase de ocurrir y no me he dado cuenta y luego, cuando apenas le ha dado un sorbo y lo deja tirado en la mesa, suelo llevarme la taza y, sin que me vea, bebo de su jarro, imagino que el calor que le queda a la taza lo ha entregado él con su boca. Si la taza sigue tibia paso el asa por mi cuello, siento sus dedos posados en ella que me rozan. 
Nunca me había pasado esto, creo que es esa mirada perdida en mi horizonte vertical. Ese vivir juntos sin rozarnos bajo las sábanas.

“Ésta puede tener que ver con trascender tu nivel de educación actual. Tú sabes que en los días que corren, la información es poder. Si te sientes paralizado en un peldaño de la escalera, un curso o una segunda carrera de grado –o postgrado- podría ayudarte a ascender mucho más rápido.”

WHAT???? ¿Quién escribe estos horóscopos?

viernes, 18 de noviembre de 2011

Dorado arrebol.



Yo vivía en una casa preciosa, tenía todo lo que me gustaba, había pájaros y ardillas, las plantas no crecían muy bien porque se llenaban de hongos, pero estos tenían colores espectaculares. Tenía un muelle que daba al lago, todos teníamos un muelle que daba al lago. Teníamos barquitas y solíamos pasar las tardes con las cañas de pescar remojándose en sus aguas. Nunca nadie pescó nada, nunca supimos qué comían esos peces. Les dimos nueces, y aguacate, también lo intentamos con fideo, pero nada parecía apetecerles. En el lago hacíamos amigos, jugábamos al tenis y comíamos magdalenas. Cuando por fin el arrebol salía nos quedábamos en silencio hasta que este casi rozaba las montañas. Entonces era hora de dormir. 
Mis perros roncaban tan fuerte que era imposible dormir. Yo los miraba mientras dormían. Sacaban sus lengüitas haciendo como que comían, y movían sus pies, al principio mientras estaban aún acostados. Luego se levantaban y se iban al lago. Llamaban a los peces y estos salían del agua. Eran dorados e iluminaban el lago y los muelles, y a los perros dormidos. Parecía que hablaban. Luego los perros volvían y dormían ya sin roncar. Ahí, por fin, me dormía pensando en los peces dorados.
Un día vino a visitarnos una señora, era alta y parecía incómoda. Decía que necesitábamos matar a los hongos, que eran una plaga. Yo pensé que todos se reirían de ella, como yo ya lo hacía. Pero no. Todos estuvieron de acuerdo. Compraron un líquido marrón y lo echaron en sus jardines, yo no quise hacerlo en el mío, pero por debajo de la cerca se metió el líquido a mi jardín. Los perros empezaron a aullar, intentando avisar a los hongos pero estos no se podían mover tan rápido como el líquido marrón. Al final murieron. Y todo el colorido jardín se torno de un verde monótono.
Esa misma tarde no llegó el arrebol, en su lugar una bandada de patos se acercó al lago y se lo llevó. Los peces nos miraron y sacaron sus alas. 
Ahí comprendimos que los peces se alimentaban de hongos.


lunes, 7 de noviembre de 2011

Ir a lo griego ...


“Ir a lo griego no historiográficamente, para poder derivar desde todo lo atrás que se pueda, sino tomar lo griego como advertencia previa, como aviso y seña.”
Martin Heidegger. Ejercitación en el pensamiento filosófico. 1941.
Para él los ejercicios filosóficos son siempre “ejercicios de principiantes”, tanto en Grecia como en Alemania siempre es “sólo un comienzo” y en el futuro sólo otro comienzo.
Este lunes hemos visto la crónica de una muerte anunciada cuando la Unión Europea frenó ocho mil millones de euros hasta conocer el  resultado del indeseable referéndum. Visto así, era imposible que Grecia lo contemplase y la única forma de dar marcha atrás era galopar. A galope se sacudieron a Papandreu con su temeraria y presurosa dignidad.
Han pasado dos años desde que las agencias de calificación rebajaron la nota de la deuda griega; tres meses después la eurozona acordó el mecanismo para el probable rescate; un mes después volvieron a bajar la calificación de la deuda griega a bono basura. Grecia lleva un año recibiendo ayuda de la eurozona, un año reduciendo el número de funcionarios, bajando los sueldos, congelando las pensiones, subiendo los impuestos, ... y la deuda sigue. 
Un pacto global acuerda condonar la mitad de la deuda y aumentar la contribución al rescate, pero ahora la prima de riesgo italiana se acerca peligrosamente a los niveles que tuvo Grecia cuando se puso en marcha su rescate. 
Silvio Berlusconi, agarrado al poder con uñas y dientes, tiene mañana martes una crucial votación sobre las cuentas de 2010, puede que los italianos quieran galopar como los griegos y sacudirse a Silvio del lomo. Y entonces ¿qué?
¿Veremos a Grecia para ponernos a derivar desde todo lo atrás que se pueda? o ¿lo tomaremos como advertencia previa, como aviso y seña?
Rehn, el nuevo Mr. Euro ha dicho “tomen mi palabra: no dudaré en aplicar desde el primer día las nuevas sanciones a nuestra disposición para castigar a los estados miembros que no cumplan con los objetivos económicos fijados”, esto es sólo otro comienzo ...

jueves, 27 de octubre de 2011

Estáis invitados


Hoy es mi cumple, lo he celebrado 44 veces, las primeras inconsciente de mi misma, las siguientes inconsciente de lo que es el tiempo, las últimas midiéndolo por la distancia que hay entre hoy y Navidad. 

Y es que 2 meses es tiempo, pero es poco. De mi cumple a Navidad se pueden hacer muchas cosas sin llegar a olvidar por qué lo haces. 
Puedo iniciar mi año en mi cumpleaños y, si no lo hice bien, puedo volver a iniciar la cuenta el 1 de enero. 

Visto así, mi cumple es un pre-curso. Si el curso es un año de vida, tengo 2 meses de calentamiento, pero el año sigue acabando el 31 de diciembre ¡ eso es universal ! Así son las cosas.

De modo que hoy es la fiesta de inicio de curso y lo celebro con mis compañeros, los que van a estar conmigo cada día en clase y en el recreo, haciendo tareas o de paseo. Hoy es fiesta para los que se agobiarán conmigo ante las pruebas y también se carcajearán al pasarlas. 
Esos compañeros que hacen el curso conmigo, me enseñarán lo que yo pase por alto, me preguntarán qué hay escrito en la pizarra, nos quejaremos del plan de estudios y nos pasaremos las respuestas del examen. Discutiremos y nos enfadaremos. Me enseñarán a ser humilde y valiente. Pero también haremos pellas de la vida alguna que otra vez y vagaremos por los espacios de la mente. 

Pues eso, que hoy no es día para gastar neuronas, hoy hay que remojarlas en vino ;)



lunes, 3 de octubre de 2011

Destinada al libre albedrío.


No puedo escapar de mi libertad ni de mi destino. He intentado combinarlos, pero no. A lo más que llego es a libert ...ino y no es la idea o, al menos, no el propósito.
Busco en el punto medio cartesiano distanciarme de ambos extremos. He de construirme una “casa” en mitad del bosque. Mejor una atalaya. Una donde pueda esconderme del demonio de Laplace y de las Moiras. Un sitio donde sobrevivir y continuar. En ella decidiré cual demonio es el más peligroso y optaré por el mal menor. 

Y si no va de esto. Y si no es un bosque con una sola salida. Si hay varias salidas el punto medio no sería el lugar más cercano a la verdad. Siempre habría una salida y una verdad distinta.
Y si esto es más bien como un corte inglés. Planta primera Vitalismo, planta dos Determinismo, planta tres Idealismo, Cinismo, Nihilismo, Materialismo, Utilitarismo, y así recorremos las plantas de acuerdo a la necesidad del cliente.
Primero necesitaría saber en qué planta me encuentro. A inicios del siglo XXI podemos hablar de un post modernismo negligente, ajeno totalmente a las responsabilidades que trae consigo el existencialismo pero muy cercano a forjarse una moral individual. La planta  en que creo estar está pensada para una generación nacida con derechos pero sin obligaciones. Insatisfechos buscando culpables. 
Luego del post modernismo del siglo XX me pregunto si estamos en el Histerismo.
¿Cuán ligado está el ser a su tiempo? ¿Cuánto de histerismo me corresponde?
Si he pasado un cuarto de mi vida en el post modernismo, puede que esta planta no me sea obligada.
Ahora viene lo más difícil, encontrar el ascensor.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El espíritu del caldero

Este post lo escribo en varias partes que, al final, se unirán en un pan.
En junio estuve en Guayaquil. Al volver, en el aeropuerto, compré algunas cositas típicas para regalar a mis amigos. Esta costumbre es muy guayaquileña. Creo que los árabes y los asiáticos también son de regalitos. Es muy difícil de dejar. Ya estás en el aeropuerto diciéndote a ti misma que no vas a comprar más, que la gente en Madrid no es de andar dando cosillas cada vez que llegan de un viaje, que los pones en un compromiso y, al final, no puedes dejar de comprar cuando menos a los mayores, a tus consanguíneos y a tu mejor amiga. Y ahí estaba yo, mirando qué comprar. Algo pequeño y que no pese mucho. Aretitos de plata, bufandas de alpaca, y...”El espíritu del Ecuador”. Una chica muy mona lo daba a probar. Dulce alcohol. Venía en botellitas tan pequeñitas que entraban en la palma de la mano y con forma de una pirámide o alguna construcción parecida. Ya está, a por ellos, y de paso uno para mí.
Me gusta cocinar. No la comida de diario, pero sí cosas especiales. Estar ante el horno me parece igual que una hechicera con su caldero. Entra una masa y sale un pastel, un amasijo y sale un quiché, un pie, galletas ... magia.
Adoro tener ingredientes de todo tipo, aunque no tenga receta conocida que los use. Aliños, azúcares, sales, esencias, harinas. Tengo unos botes de cristal con pegatinas indicando cada cosa que llevan. Con el uso la pegatina sufre y la tinta sale corriendo. Debo hacer memoria, palpar, saborear y adivinar en muchos casos para definir y volver a etiquetar.
Llevo varios días con ganas de comer algo y no se el qué. Ya creo que lo tengo y al comerlo me doy cuenta de que no era eso. Se que es algo no tan dulce ni totalmente salado. Calentito. De Starbuck ya se que no es. Tampoco son empanaditas, porque las he comido toda la semana en diferentes modalidades. Mi hermana se casa, y he encargado la mesa de dulces y la de salados a una pastelería. El chef es argentino y me ha entendido perfectamente cómo lo quiero todo. He ido unas cuatro veces para revisar y llevar las bandejas donde quiero que emplaten. Pues no es nada que pueda comprar. Y entonces llegué a la conclusión de que mi antojo es de pan. Mi pan. Uno que aprendí a hacer en cuatro intentos fallidos de una receta de “Guaguas de pan”. Al final encontré mis cantidades, muchísimos huevos con clara y yema. No entiendo cómo podían pedirme 10 claras y nunca usar las yemas más que para pintarlos. Con lo ricas que están. Alcohol dulce, todo queda mejor con él. Leche, harina, mantequilla, azúcar, sal, nata. Sí, eso no lo encuentro en ningún lado, sólo en mi caldero.
Hoy el día amaneció con frío. Ayer era verano y hoy ya no. Salí por la mañana y tuve que dar media vuelta a por una chaqueta y hasta pensé ponerme guantes y medias. Por la tarde la casa estaba tranquila. Me puse a hacer pan. Busqué los ingredientes y me faltaba el alcohol, y ahí estaba el espíritu ese. Tuve problemas con el corchito que, de tan chiquitito, se rompió al primer intento. Hice maromas por sacarlo y cuando quedaba solo un trocito a la vista, decidí tirar con los dientes. Mi nariz tiró de mi boca y el líquido cayó en mis papilas gustativas. Empecé la receta. 
Esto me recuerda un vídeo cómico de la receta de pavo al horno con tequila que circulaba en navidad, pues eso. Terminé con el espíritu dentro de mi y el pan más malo que he hecho. Y es que el alcohol puede que inspire la creatividad, pero hace bailar las letras y equivoqué la harina. Pero, qué les voy a decir, el antojito ese se me ha calmado.

domingo, 7 de agosto de 2011

El rectángulo de felicidad.

Hoy he vuelto a casa. He deshecho las maletas. He revisado a cada ser vivo, y siguen vivos. Luego he reservado 20 minutos para mi. Me he metido en la bañera.


Mi bañera mide 180 cm de largo y 90 cm de ancho. La rodea un tubo curvo de donde cuelgan dos cortinas. En un extremo se levanta una ducha y cuando la abres parece que llueve dentro.


Cuando reformamos el baño, buscamos la bañera más grande que cupiera en aquel rectángulo de dos metros cuadrados. Mientras la instalaban, yo compraba sales y burbujas a la espera del estreno.


El día señalado preparé el agua, y cuando todo parecía ser perfecto, me metí.


Casi me ahogo, no había manera de acomodarse. Mido 165 cm y no podía llegar al extremo con mis pies para sostenerme, y “aflojar el cuerpo” sumergido en las sales y burbujas. Sólo podía sentarme con el torso incorporado, en cuyo caso quedaba media espalda sumergida en agua muy caliente y la otra media lista para la neumonía.


Llevo dos años experimentando y he llegado a encontrar el modo de disfrutar en ella. No la lleno.


Como quepo libremente, hasta he llegado a hacer una serie de 50 abdominales dentro, me acuesto, abro la ducha y me llueve encima. Suelo usar el talón de tapón, para que se llene un poco, pero en cuanto sobrepasa el codo lo retiro. De lo contrario floto sin control. Lluvia de agua caliente. Su ruido constante golpea mi cara y el suelo de la bañera junto a mis oídos. Cierro los ojos y en ese rectángulo de dos metros cuadrados soy feliz.


Debo decir que me considero una persona capaz de sentirse feliz en casi cualquier situación. Pero esta es una felicidad distinta. Es una felicidad que no surge como consecuencia de un esfuerzo. No es un logro. Ni siquiera es una felicidad buscada. Es la felicidad más generosa que he conocido.


Nací en una ciudad tropical. Desde que tengo memoria la lluvia forma parte de nuestra vida. Nos marca el año aunque tengamos muy pocos. Llegan las lluvias en enero. Y con ellas llegan los mosquitos. Llegan los problemas en el tráfico. Las inundaciones. Y las vacaciones escolares. Pero cuando eres una cría, sólo importa esto último.


De ahí que mi bañera me regale esa sensación de vacaciones. Esas vacaciones de verdad, donde no hay que preocuparse de nada más que de tirar todos los cuadernos y sacar los trajes de baño. Salir al patio de casa en plena tormenta. Enlodarse los pies. Tirarse boca arriba a que te llueva encima. Y cuando escampe buscar un arco iris entre las nubes.

jueves, 16 de junio de 2011

“Segunda estrella a la derecha, todo recto hacia el mañana” (Kirk)






No me gusta ir al doctor, y de entre ellos el peor sin duda es el dentista, seguido muy de cerca por el ginecólogo. Gana el primero, no por ser más incómodo que el segundo, sino porque en sus consultas uno se demora mucho más.
El ginecólogo es un comprimido de incomodidad y molestias, pero acaba en 5 minutos. Y si ya llevas algunos años haciéndote las revisiones, pues usas la ropa apropiada para que  todo acabe en 3. Y esa soy yo. 
Vestida con dos piezas de tela stretch. Zapatos sin hebillas. Monto en la silla cual amazona, encajando al instante los pies en los estribos, y me voy con la misma viada con la que entré. 
Con cuarenta recibí en mi cara el primer aliento de la vejez. El doctor me mandó a hacerme una mamografía. Pregunté si había algo extraño en la revisión que me hizo y dijo que no, pero que a mi edad hay que empezar a controlar esto también. Lo hice. 
Mi venganza fue no ir a verle al año siguiente, ni al siguiente. Este año ya se me había pasado el berrinche y fui. Ya no me sorprendió que me pida otra mamografía. 
Hoy he recibido los resultados, mientras leía el informe, se dibujaba en mi rostro una sonrisa vanidosa. Esa manera tan técnica de referirse a mis domingas. Morfología y tamaño normales, abundante tejido glandular y de sostén, equilibrado esto, simetría aquello. Vamos, un piropo en toda regla. Hasta que llegué a la frase final “para su edad”
Yo caminaba con tacones, con una minifalda blanca que acentuaba el bronceado de azúcar que me hicieron ayer en la peluquería. Me vi reflejada en una vitrina de una tienda de antigüedades, y sentí que estaba del otro lado del cristal. Era el maniquí de una tienda retro .
Estaba a punto de tomar un taxi para ir a comer con mi hermana, y de pronto, un impulso juvenil se apoderó de mis tacones, y me llevaron al metro. Por unos minutos dejé de sentirme anciana y pasé a sentirme torpe. Estaba en la vía equivocada. Siempre el susto limpia mi mente de trivialidades, y mi instinto de supervivencia me guió hasta Sol.
Con mi hermana estuvimos comiendo, charlando y bebiendo. Nos reíamos del mundo, y como siempre, terminamos hablando de lo que haríamos de viejecitas. Iríamos juntas a darnos masajes al quiropráctico y nos importaría todo un comino.
Así de feliz volví casa.
Mi hijo, que estaba en la cocina, me dice:
Hay una serie que te puede gustar. -Él es mi magazine de las series. Me hace una reseña interesante poniendo hincapié en el padre del protagonista- Un actor increíble, no lo conocía, el papel y los diálogos me recuerdan a mi abuelo -mi padre-.
Pone Megavideo, busca la serie y...
¡vale, esto ya es demasiado! -me digo a mi misma- ¡Pero si es el comandante de la nave enterprise de star trek!
Mi hijo me queda mirando, con su miradilla de desaprobación y condescendencia, esa que me ponía con 4 años también, y me dice: 
No, estas confundida con aquella película donde el comandante del enterprise  es el mismo que hizo de Xavier en  X man.
Y yo, con ganas de devolverle el gesto de saber más que él, no pude decirle nada. No sabía, para nada, a triunfo, el haber visto navegar al enterprise, cuando lo comandaba el Capitán Kirk. 
Veo en sus ojos el reflejo del cristal de la tienda de antigüedades.
¡Vale, esto ya es demasiado! (por segunda vez en el día). Creo que llevo por lo menos 3 post dedicados a quejarme de que ya se me pasó el arroz, que se me fue el tren, que empecé el declive, etc. 
¿Qué hago yo mirando los cristales de las vitrinas?
¡Yo soy de entrar a comprar!
Siempre he pensado que uno tiene lo que se merece, y que uno se merece todo lo que se permita a sí mismo.
Creo que voy a comer arroz, montada en un tren sin frenos y en declive. Iré a tal velocidad, que subiré sin problemas el siguiente repecho.

viernes, 10 de junio de 2011

La hipótesis fija de Dalila




“Sin embargo, después que fue rapado, el cabello de su cabeza comenzó a crecer”  Jueces 16:22

La lectura implica un análisis de información del texto a nivel global, sobrepasando los límites perceptuales, centrando la atención en la búsqueda de significado como objetivo principal. 
El elemento “Texto” aporta al sujeto la información lingüística, textual y discursiva. El referente “Contexto” hace referencia a las intenciones del lector, a las modalidades de lectura y a las finalidades de la situación.
En el estudio de McGinitie, Maria y Kimmel,  que señala las características del lector considerando la lectura como un proceso interactivo entre el lector y el texto, se expone que: 
Un mal lector que atiende de manera excesiva a sus conocimientos, decide el tema general desde el comienzo de la lectura, ignorando los detalles que va aportando el texto. 
A esta estrategia empleada por los sujetos la llamaron “no-acomodativa”. Difícilmente aprenden de lo que leen, ya que centran su atención en lo que conocen del texto. Estos sujetos aprenden del mundo que los rodea, del lenguaje oral.
De igual forma, un mal lector, que confía excesivamente en la información que viene del texto, descuida detalles que este aporta, y por tanto es difícil que construya una idea general del escrito leído. 
Este grupo genera una hipótesis con base en las primeras oraciones leídas del texto, y a partir de ahí intenta explicar el texto completo, tratando de acomodar los datos contradictorios a la hipótesis inicial. Por esto se ha llamado a esta estrategia de “hipótesis fija”. 
El estudio concluye que quienes utilizan la estrategia de hipótesis fija, presentan una especial dificultad con textos de estructura inductiva (textos que escriben la idea central al final y no al inicio) pues en su interpretación pierden detalles importantes, ocasionándoles una comprensión errónea y sesgada del tema principal.

Estos estudios se aplican en la enseñanza de la lectoescritura en niños de primaria, así se  pueden desarrollar las habilidades para su dominio.
Definitivamente mi hermana Raquel no alcanzó estas habilidades. Además, puedo afirmar con certeza que adolece de “hipótesis fija”.
A estas alturas no voy a trabajar en el desarrollo de sus habilidades. Prefiero prevenir las consecuencias y empezar a hablarle de forma deductiva (la idea central al inicio).

¿Que por qué digo esto?

Sábado por la mañana. Un sol maravilloso. Raquel me insta a broncearme. Hace una loa a los rayos y su efecto saludable. Recurre a la necesidad de sintetizar la vitamina D y el calcio. Por fin me convence. 
Para soportar el martirio, decido aprovechar el tiempo. Pienso que, si me recorta las puntas de mi cabello, puedo ponerme una mascarilla todo el tiempo que permanezca en la tumbona, y luego meterme a la bañera.

Me acerco a su tumbona, con tijera y peinilla en mano, y digo textualmente:
 “Córtame el pelo muy recto, dos centímetros”
Hipótesis fija: Cortar el pelo, recto, bla, bla, bla.
Pues esos 18 cm que me faltan me dan el derecho de llamarla Dalila, y así lo haré hasta recuperarlos. Creo que tardaré un año. 
Pero como dice mi madre, el cabello crece todos los días.



domingo, 5 de junio de 2011

Atrapar la emoción


El equipo de música que había en casa era un Sony de alta definición. Mi padre ponía los Long Play con mucho cuidado, sobre todo en el momento en que la aguja tocaba el disco, que ya giraba desde que se levantaba el brazo. Solían ser de Charles Aznavour. Me quedaba embobada escuchándole decir “la bohème” o “forrrrrmidable”, cuantas más erres parecía que era más formidable. Y así, vocal a vocal, se fue formando en mi mente la idea de cómo sería vivir en Paris. Y, con ello, mi íntimo deseo de ser azafata de vuelos trasatlánticos.


Cuando mi hermano trajo su walkman a casa, ya teníamos la edad para que Aznavour sonase muy retro. Nosotros escuchábamos a Pink Floyd, Queen, Led Zeppelin, Rush y Police.


Grabábamos en cassettes la música que queríamos gritar. A veces el cassette tenía sólo una melodía, repetida todas las veces que cabía en el lado A. Y en el B también.


Mis cassettes no tenían los nombres de las canciones, ni de los grupos. Yo les ponía el nombre de la emoción que me producían.


Recuerdo mucho el “Corta venas”, ese era para cantar en el coche, en un viaje largo a la playa. El “Friends” era para cantarlo ya al terminar la noche, y sólo entre las más íntimas. Ahí estaban muchas de Police y de Queen. El “Farra” era para cuando estábamos decidiendo a dónde iríamos, un ambientador. El “no tocar” era sólo para mí. Mucho me había costado la selección, y el trabajo de grabar, como para que alguien, buscando alguna música que seguro no estaba ahí, lo estropee adelantando y retrocediendo la cinta.


Los discos no eran para ser trajinados. Tenían su sitio, como los libros.
No había alcanzado yo la mayoría de edad, cuando llegaron los CD`s. Y pasó mucho tiempo, hasta que por fin se pudieron quemar CD`s con la selección personal de música. Hoy, hasta esto suena retro.


Escucho música online. Tengo el Genius en el ordenador, que crea mis listas de reproducciones. Y me parece genial. Pero hoy he ido a un concierto de piano, y el pianista es amigo mío. Al salir he comprado uno de sus CD`s. Su música, sus manos, sus modos. Seleccionado por su espíritu. Ya en el coche lo he puesto. Y, por un momento, sentí que era mi cassette, ese al que llamé en su día “Friends”.

jueves, 2 de junio de 2011

Spinoza, es el principio.



Aquí estoy, lejos. 
Donde quería, donde en su día decidí. Y me digo: ¿Lo decidí?
Según Freud no hay coincidencias. No hay situaciones aleatorias. No hay mayor determinista que él.
Las personas que me han acompañado durante el camino en que me “he hecho” no están junto a mi.
Tengo mucha gente que guardo en mi memoria. Mis amigas, aquellas que me acompañaron parte, o todo el trecho.
Muchas siguen conmigo, conectadas a fuerza de internet. Otras lejanas, a pesar de que nos duele. 
Mi historia. Lo que me define, se cuenta a trozos. Trozos lejanos. 
¿Soy una suma de trozos?
¿Soy un trozo de ellas?
Hoy es un día de esos, en los que se recapitula, a pesar de que la razón indica parar.
Hay una persona que conozco, que lee unas cinco novelas al mes, cuando menos. Adoro leer sus críticas. Me parece alguien tan limpio. Tan impetuoso.  Hoy leí que pretendía empezar con la ética de Spinoza.
Y me pregunto: ¿Seguirá siendo tan inocente, una vez que entre en el mundo del cuestionamiento?

No es lo mismo leer literatura que filosofía. No es lo mismo, porque la literatura es la historia que nos cuenta alguien, y la filosofía es la lectura que nos lleva a leernos a nosotros mismos. 
A veces esa lectura nos pone tan tristes. Nosotros frente a nosotros. Nuestros motivos frente a nuestros principios. Nuestra fe frente a nuestra razón.
Le diría tantas cosas para disuadirlo.
¿Ya leíste a Descartes? ¿Eres ateo? ¿Quieres estar confundido, justo ahora que tu hija tiene menos de cinco años?
¿Comulgas con los Estoicos? ¿Comulgas con los Cínicos? ¿Puedes encontrar la esperanza intrínseca de los Nihilistas?
Sigue con el idealismo. Persigue la historia coherente. Critica la literatura.  Lee una novela cada tres días. Domina ese arte. Ese que no espera ser protagonista, pero si exige rigor.
Creo que te voy a perder, como mi lector de cabecera, amigo mío. 
Cuando empieces a diferenciar la Causa de la Sustancia. Y cuando esta sea además la que construya el piso de todo lo demás. Entonces te rebelarás. Ya no será Spinoza. Ese determinismo estoy segura que te será inaceptable.
Puede que camines por el Nihilismo. Puede que te divierta Schopenhauer, hasta que su razón no te sea suficiente. Y puede que sea tu propia voluntad la que te obligue a alejarte de todo eso. 
Yo, me he quedado a medio camino. Un burro estacionado. Ni para atrás, ni para delante. 
Sigo leyendo, es un vicio. Pero leo, como quien estudia una lengua extranjera. Es el único modo que encuentro, para leer filosofía, sin cuestionar 43 años de decisiones.

sábado, 28 de mayo de 2011

He comprado unas sandalias

Son para el verano. Tacón medio, suaves, con una correilla de cuero, justo en el límite del empeine con los dedos.
Me gustan tanto que las uso incluso en casa.
Al andar, los tacones producen un sordo toc toc.
Mis perritos al principio se confundieron. Al escucharme salir de la habitación, corrían a ver si llevaba mi bolso. Al ver que no, volvían al frío piso de la galería.
Hoy mi hijo me ha dicho:
"Si usas esas sandalias en casa, no sabré si estás por salir"
Y entonces me he quedado pensando. Pero esto de pensar más de un minuto en una cosa, me lleva ineludiblemente a mis recuerdos.
Lo primero que ha venido a mi memoria, es la llegada de mi ex a casa. El es piloto. Llegaba con su casco que olía a cuero.
Las botas tenían un ruido inconfundible. Y ese ligero olor a gasolina, casi imperceptible. Y yo, con dos bebes en casa, era feliz en ese momento.
El olor a pan es mi segundo recuerdo. Mi padre llegando a casa. Siempre con una bolsa enorme de pan recién horneado. Y su voz diciendo “Princesitas mías”
Y por supuesto, el recuerdo más fuerte. La llegada de mis hijos de la escuela. El olor a niño sudado. Yo entendí el cuento del ogro buscando a Juanito, el de las habichuelas, cuando tuve a mis hijos. “Huele a niño” decía el ogro. Y es verdad, es imposible no encontrar a un niño, en una casa, en pleno verano.
El olor de Madrid. Recuerdo cómo distinguía el olor de esta ciudad. El taxi. Los árboles con troncos negros, y sin hojas en invierno. El olor a frío. El ruido.
El siguiente recuerdo es el que aprendí en un centro de Alzheimer. Cuando llegaba y entraba. Ese olor. Olor a anciano. Una mezcla de medicina y talcos.
Detengo mis recuerdos, para darme cuenta de que todos son de llegadas, no de partidas.
Y pienso. Por qué mis perros, y mis hijos, atienden mi partida más que mi llegada.
Lo lógico, me parece, en este caso, buscar la respuesta en el recuerdo de mi madre.
Ella huele a sueño. Siempre dijo que era deber de toda madre oler delicioso. Debe apetecer respirarla. Y apetece.
Va a cumplir 70 años, y sigue siendo mi pequeño frasquito de perfume. Suave al tacto como la alpaca. Pero aún así, no está en el conjunto de recuerdos de llegadas. Pero si tengo en mi memoria sus sonidos al irse. Su voz seria. Como para que no nos relajemos en su ausencia. Los sordos toc toc de sus tacones. La frase de “sácame el coche del garaje”. La retahíla de ordenes a todo el que pasaba por su lado.
Su mirada tierna, y sus mimos, para con los cachorritos de casa.
Ahora la entiendo. Hago lo mismo.
Le digo a mis perritos, todo lo que no puedo decir a mis hijos. Ya son hombres.
Ya no puedo decirles: “Mi amor, ya vuelvo. No sufras en mi ausencia. Yo pienso en ti todo el tiempo que no estamos juntos. Mientras estoy fuera, solo sueño con llegar a casa. Abrazarte y respirarte. Nada ahí fuera es mejor que estar contigo”

lunes, 9 de mayo de 2011

Leer las instrucciones antes de estropear.


Tengo una caja, en la última balda, de la última librería. Esa que ya no se por qué sigue ocupando sitio en la bodega, y ahí se queda.
Está a rebosar. Tiene los manuales de instrucciones de todo cuanto se compra en casa. Una cámara de fotos. Un teléfono. Una deshidratadora. Da igual, todo termina dentro.
Eventualmente reviso la caja, y tiro los manuales de las cosas que han pasado a mejor vida.
No solo los guardo. Yo los leo. Soy la única en casa que lo hace. Pensaba que era porque  bastaba con que uno lo lea, y guarde. Como ya lo hacía yo, ellos no lo hacían. Pero hoy, que somos todos adultos, veo que tiran a la basura el manual de cuanto compran. Luego pensé que era porque soy la única mujer. Pero tampoco. Tengo a mi hermana, que saca los objetos de las caja, y las tira con todos los papeles dentro. He ido indagando entre mis amigos, sobre si leen y guardan el manual de instrucciones, y parece que no ha sido algo común. 
¿Por qué lo hago? Y sobretodo ¿Por qué siento que es una limitación hacerlo?
Leer las instrucciones siempre me ha dado la tranquilidad, de que no voy a echar a perder el cacharro, al primer traspiés. 
Pero ocurrió algo hace un par de años. Tuve mi primer iphone. 
La caja era dura, alta. Dentro venía el Iphone muy bien aislado. Sus pegatinas de manzanita. Al fondo de todo, las instrucciones. Una hojita con dibujos, dos instrucciones de encendido y una web. Eso era todo. 
¿Qué había pasado con los manuales en 7 idiomas?
Soy yo. Ya pasó, por encima de mi, la tecnología. El papel ha caducado. Hoy, si quieres que tu iphone no muestre tu número en la llamada, debes entrar en youtube. Un vídeo de alguien, que se tomó la molestia de colgarlo, te enseña a hacerlo.
Mis hijos tienen sus móviles llenos de apps. No se usa el sms, se usa el whatsapp. No tienen libros, la facultad cuelga todo. Saben de una fiesta por el tuenti. 
Ellos me dicen que el manejo es intuitivo. Esto me llega al corazón. Yo era la intuitiva en mi grupo. Esto de lo “intuitivo” se relacionaba más con el tercer ojo, que con el sistema operativo.
El “lea las instrucciones antes de usar” era una advertencia de que podías estropearlo. ¿Ha desaparecido esa posibilidad?
Yo tenía veintipocos cuando formé mi familia. Recuerdo que, cuando me iba de viaje, y encargaba mis hijos a sus abuelos, dejaba por escrito todo lo que tenían que hacer ante las distintas circunstancias que podían ocurrir. 
En casa, tenía por escrito todos los castigos que se iban a cumplir emparejados con sus correspondientes causas. Eran dibujos al principio. Los últimos listados, de falta y castigo, los escribieron ellos con 14 años.
Si yo hubiese podido, habría colgado una tarjeta de instrucciones en mi cuello. 
Unas instrucciones generales en el cuello de todos, nos ahorrarían muchos disgustos. En unos casos instrucciones, y en otros advertencias.
Algo así como el “si bebe no conduzca”.
“Luego de administrarse una charla con fulano no operar armas de fuego”
“dosificar su presencia a una hora semanal”
“nunca usarse sin revisar primero si ha tenido un buen día”
“abrazar antes de usar”
“mirar antes de hablar”
“hablar despacio” “no dilatar lo que se va a decir”
Algo que ayude a no estropear en el primer traspiés.
Hoy es todo intuitivo. Tantear y seguir.
El domingo, en la comida, bebíamos un Viña Ardanza del 2001. Me gusta ver las botellas. Esta me hizo sentir acompañada, y ya no solo por su contenido. 
Decía la etiqueta, abajo del nombre y la cosecha, que el sol, la lluvia, el viento, había sido especialmente propicio para obtener tres cosechas que se calificaron como especiales: 1964, 1973 y 2001. 
Yo estaba bebiendo un vino que me decía cómo había que sentirlo. Su delicadeza arropada en un sol, que sólo había encontrado el grado perfecto tres veces en 50 años. Su humedad en mi boca. La complejidad de esa añada, que no esperaba a ser intuida. Tanteada. No. Quería ser disfrutada desde el principio. Y te daba las instrucciones para que no estropees el momento. 
Debe ser por eso, que es uno de mis favoritos.

jueves, 5 de mayo de 2011

¿Del odio nace el amor y viceversa? o ¿Cómo, en las separaciones, podemos pasar del amor al odio en días?


Cuando me separé, no mantuve una buena relación con mi ex. No fue posible. No nos entendíamos casados, como para hacerlo divorciados.
Me encontré por entonces con un amigo muy querido, y poniéndonos al día, me tocó hablar de este tema. 
Le dije: Mira, yo creo que me odia. No me gusta que me odien, yo si que prefiero el olvido. Que me olviden.
Y mi amigo me dijo una cosa, que seguramente lo leyó en algún sitio. Él es de esos amigos que llevan siempre consigo una caja de sorpresas.
Del amor no nace el odio. El odio nace del Ego herido.
Y eso me aclaró muchas cosas. Y ya no me refiero este hecho puntual.
En todos los momentos en que escucho a alguien despotricar contra otro, del que antes hablaba maravillas, pienso ¿Qué parte de su ego está herido?
Pero, si avanzo más en la idea, no puedo dejar de lado el hecho de que, si existe el amor, los egos han de quedar aparcados. 

Citando a Osho, aunque no siempre este de acuerdo con él, “El amor es el veneno del ego; para ti es la vida, pero para el ego es la muerte”.
Luego, sólo puedo concluir, que si hoy te odian, es que ayer no te amaron.
Puede que amaran la idea que tenían de ti. Y la Idea siempre supera a la realidad. La Idea se modela a la medida de los propios deseos. Entonces se entiende el enfado. No eres lo que tenían en su mente, no eres de lo estaban enamorados. No es que seas mejor, ni peor. Es que no eres eso. Y el sabor a estafa, es lo que sale en sus palabras.
Un Ego estafado.
Volviendo a Osho “Y así es como se separan los amantes. Se alejan el uno del otro y creen que el otro es el responsable, que el otro los ha traicionado”.